Para hacerle daño al ser amado desde la materia de sus sueños.

Aunque el ser amado viva en las antípodas, la materia de sus sueños es accesible desde la fase REM de cualquier cerebro. Para obtener el control de los sueños del ser amado, hay que hervir un poco de agua y añadirle cúrcuma molida, hojas de estramonio y el pistilo de una rosa. Se vierte en una taza y se coloca bajo un espejo, hasta que el vapor empañe el cristal. Luego se escribe el nombre de Martín de los Sueños sobre el cristal, que es un santo con cuerpo de araña y cabeza de niño encargado del tejido de los sueños. Para que Martín acceda a otorgarnos plenitud de poderes en un sueño del ser amado, hay que concederle tres regalos: el cadáver de una mosca, una gota de nuestra propia sangre (que depositaremos sobre el cadáver de la la mosca) y ser la víctima de Martín de los Sueños en una pesadilla. La mosca empapada en nuestra gota de sangre se vuelca sobre la taza una vez esté bajo el espejo. La pesadilla ofrecida a Martín de los Sueños se cobrará una noche cualquiera antes de nuestra muerte. Después de nuestros regalos, hay que repetir el nombre del ser amado siete veces delante del espejo, acostarse en la cama y tratar de invocar su imagen hasta dormirnos.

Una vez en el sueño del ser amado, se permite cualquier tipo de tortura física y mental, pero con una condición: los bordes del sueño están hechos de telaraña, si nos excedemos en el castigo la tela puede ceder. Para hacer del sueño una tortura perfecta, se recomienda un maltrato leve que vaya creciendo de a poco, hasta llegar al momento de la fractura, por lo que hay que preparar el sueño como si fuese una obra de teatro calculada, de manera que se llegue al paroxismo del dolor justo antes de que los hilos se rompan.


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